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Cambio de corazón

1 de febrero de 2024 por
Cambio de corazón
CRECER EN CONOCIMIENTO, Juan Camilo Vélez León

Comenzamos el año 2021 con un nuevo programa en Youtube y Spotify titulado #Reflexiones junto a mi esposa Jenifer Losa, y quiero compartiros el tema del que hablamos en nuestro segundo episodio. Este es un extracto de mi libro Gracias, la llave maestra, que podréis adquirir en amazon.

Ya sabemos que la forma más eficaz para lidiar con la salud del corazón es a través de la prevención, guardándolo y protegiéndolo a través de lo que enseña la palabra de Dios, pero es innegable que muchas veces conocemos esta verdad cuando ya nuestro corazón se ha visto afectado por la incredulidad, el juicio, o la amargura, entre otros, o que fallamos a la hora de ser preventivos, por tanto, es necesario que sea restaurado por Dios. En otras palabras, cuando nuestro corazón ya está contaminado, necesitamos la obra restauradora del Espíritu Santo para sanarlo.

Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne.

Ezequiel 36:26

Esta fue una promesa hecha por Dios, a través del profeta Ezequiel, a una sociedad con un problema muy recurrente, que les había acarreado consecuencias muy tristes y deshonrosas durante generaciones. Ese problema era la idolatría. ¿Qué es la idolatría, y por qué es un asunto tan grave a los ojos de Dios? Bueno, la idolatría es poner cualquier cosa o persona en el lugar que sólo le corresponde a Dios en nuestro corazón, es decir, el primer lugar.

Dios conoce perfectamente las consecuencias de practicar la idolatría, y por eso siempre instruyó a su pueblo para que se apartaran de ella, pues es un Dios amoroso que busca el bien de aquellos a quien ama. ¿Cuál es una de esas consecuencias? La dureza del corazón. Cuando quitamos a Dios del trono de nuestro corazón, ese lugar lo ocuparemos con cosas que consideramos más importantes o valiosas, e inevitablemente terminamos alejándonos de Él, lo cual deriva en la pérdida de su gobierno y protección, y nos deja a nosotros, y a aquello que tanto “valoramos”, fuera de su “jurisdicción”.

Por ejemplo, una esposa que idolatre a su marido, porque lo ama desmedidamente y no puede concebir una vida sin él, desplaza a Dios del primer lugar de su corazón para que lo ocupe su marido, sin darse cuenta de que él es humano y puede faltar, fallar, fracasar, herirla, o perder el control, y cuando esto suceda, puede terminar perdiendo todo lo que tanto valoraba, y seguramente, mucho más. Otro ejemplo puede ser la idolatría a una carrera profesional, al status social, a la posición dentro de la empresa, a los hijos, al dinero, al desenfreno sexual, etc. Todo lo que ocupa el primer lugar en nuestro corazón y nuestra mente, es idolatría.

El mayor y más recurrente problema del pueblo de Israel, desde que se convirtió en una nación en la tierra de Canaán, fue el de la idolatría. Definitivamente fracasaron en guardar su corazón de inclinarse a otros dioses y adorarlos, pero esta era en realidad la consecuencia de no haber guardado un mandamiento anterior dado por Dios: el de no mezclarse ni unirse en matrimonio con las gentes de los pueblos a quienes habían conquistado, o que les rodeaban tras la conquista. Aquí lo que Dios venía a decir era lo que enseña Proverbios 4:23: que debemos guardar nuestro corazón.

Dios esperaba que su pueblo actuara de manera preventiva, y por eso les dio unas instrucciones para prevenir lo que sabía que pasaría si no actuaban de esa manera, que se iban a terminar viendo envueltos en la idolatría que practicaban sus vecinos, si no cortaban lazos desde el principio. Sin embargo, el pueblo de Israel fracasó innumerables veces en seguir estas instrucciones, y finalmente terminaron fracasando moralmente, arrastrados por las mentalidades idólatras de los pueblos con quienes se mezclaron, llegando incluso a sacrificar a sus hijos en rituales paganos, o participar en ritos religiosos con prácticas sexuales, entre otros.

Este tipo de actitudes siguen siendo comunes en nuestra sociedad contemporánea, y Dios aún sigue advirtiéndonos de los peligros que representa para nosotros la idolatría. Quizás ya no se trate de rituales sangrientos y crueles, o ídolos de madera (excepto en la iglesia católica), pero podemos caer fácilmente en idolatría hacia el dinero, por ejemplo, pues la biblia lo llama “Señor” (Vea Mateo 6:24), y tristemente hay muchas personas que son siervas del dinero, en lugar de hacer que sea el dinero quien les sirva. Quien “ama” tanto al dinero que termina idolatrándolo, endurece su corazón contra los pobres y necesitados, por ejemplo. Quien idolatra el sexo termina endureciendo su corazón hacia las personas, y termina tratando a los demás como objetos para satisfacer su deseo. Quien idolatra a su pareja, endurece su corazón contra su familia, o incluso, contra sí misma o sus hijos/as, sin importarle el sufrimiento que pueda causarle a otros, nada más que a su pareja. Quien se idolatra a sí mismo, endurece su corazón contra el mundo, y sólo busca el beneficio propio. Y así, muchos más casos de idolatría que derivan en dureza del corazón.

Cuando ya nuestro corazón está endurecido a causa de la idolatría, solamente Dios puede obrar de modo que esta dureza deje de afectar nuestra salud espiritual, y su forma de hacerlo es cambiando el corazón de piedra por un corazón de carne. Esta es una de las manifestaciones del poder de Dios más extraordinarias que podemos experimentar. 

A un primer nivel, Dios cambia nuestro corazón cuando nos arrepentimos de nuestro pecado y le recibimos en nuestra vida como Señor y Salvador. Es en ese momento cuando decidimos dejar de servir a otro “Señor” para entregarle nuestra vida a Él, y de inmediato recibimos lo que se conoce como “conciencia de pecado”, la cual es activada por el poder del Espíritu Santo, y que antes no podíamos experimentar por la dureza de nuestro corazón.

Sin embargo, durante nuestra vida como creyentes podemos llegar a endurecer de nuevo nuestro corazón, quizás no del todo, pero sí en algunas áreas. Por ejemplo, podemos caer en la trampa de la religiosidad o la falta de compasión, y de nuevo necesitamos que Dios cambie nuestro corazón, o arranque esa dureza. Cuando experimentamos ese cambio del corazón, inmediatamente comienza un cambio total en nuestras vidas, pues como ya hemos explicado anteriormente, de nuestro corazón mana la vida, y de un corazón endurecido no puede salir nada bueno, mientras que de un corazón “de carne” fluye la vida de Dios a través nuestra.

Quizás ahora mismo usted reconozca que hay una dureza total, o parcial, en su corazón, o que en su corazón no es Dios quien ocupa el primer lugar, es decir, que está idolatrando algo más como sus hijos, dinero, carrera, pareja, etc. Si es así, le invito a que le pida a Dios que cambie la dureza de su corazón, y le dé un corazón de carne, compasivo, amoroso, perdonador, paciente, bondadoso, etc. Este es el momento de que renuncie a toda idolatría, y que le dé a Dios el lugar que le corresponde en su corazón, pues sólo así Él podrá gobernar su vida, y bendecir así todo aquello que usted ama y le importa. 

UN CORAZÓN ENDURECIDO O IDÓLATRA NO PUEDE SER UN CORAZÓN AGRADECIDO.

Juan Camilo Vélez

En los próximos episodios, y mis próximos posts, vamos a continuar describiendo los métodos usados por Dios para restaurar nuestro corazón, de modo que podamos experimentar la vida plena que nos promete. ¡No te los pierdas!

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CRECER EN CONOCIMIENTO, Juan Camilo Vélez León 1 de febrero de 2024
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