Porque no se acordará mucho de los días de su vida; pues Dios le llenará de alegría el corazón.
Eclesiastés 5:20
Es innegable que un corazón herido es incompatible con una vida llena de alegría genuina. Por eso Dios nos ofrece una llenura que inunde cada aspecto de nuestra vida, de modo que no esté marcada por los quebrantos o heridas del pasado, sino que fluya en consonancia con ese regalo que es la alegría.
“El corazón alegre hermosea el rostro” dice Proverbios 15:13, y ¡qué cierto es! que cuando nuestro interior está lleno de la alegría que proviene de Dios, nuestras actitudes, pensamientos, palabras, acciones y relaciones, estarán rebosantes de alegría, de capacidad de disfrutar, de superación de obstáculos, y mucho más.
En este sentido se aplica uno de los principios bíblicos que postula que lo exterior es la manifestación de lo interior. En otras palabras, que lo que se ve es fruto de lo que no se ve. Así mismo, un rostro “hermoseado” es la manifestación de un corazón que ha sido lleno de la alegría que proviene de Dios.
Pero ¿Qué es la alegría que Dios pone en el corazón? Podríamos decir que es la capacidad de disfrutar del momento y de lo que nos rodea, sin depender de la circunstancia, o de cualquier agente externo, y que no se limita a una medida de tiempo, ni varía por causa de otras emociones.
Esto es lo que más la diferencia de la alegría que experimentamos por circunstancias externas, pues cuando estas circunstancias cambian, esa emoción también lo hace, mientras que cuando somos llenos con la alegría que Dios da, filtramos por medio de ella cada situación, y ésta, por ende, no varía.
Una persona llena de la alegría que proviene de Dios, es una persona que disfruta, que ríe continuamente, que sirve a otros, que no se queda anclada en el pasado, que se sobrepone a los contratiempos, y que, en definitiva, es plena y no dependiente de las circunstancias.
UN CORAZÓN ALEGRE ES UN CORAZÓN PLENO Y SERVICIAL.
JUAN CAMILO VÉLEZ LEÓN
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