Como ya sabéis, en breve publicaré mi tercer libro titulado «Gracias, la llave maestra«, en el que describo la importancia del agradecimiento en nuestras vidas, y profundizo en el concepto de nuestro corazón, como el lugar desde el que nace el agradecimiento genuino. Aquí os dejo un extracto del capítulo «Restaurando el corazón«. Espero que os guste.
El proceso de restauración del corazón implica, no sólo la voluntad de Dios para sanarnos, sino su expectativa de que seamos proactivos a la hora de “guardarlo” o cuidarlo (Vea Proverbios 4:23). Por tanto, veamos algunas de nuestras responsabilidades al respecto.
El mandamiento perfecto
«Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Este es el principal mandamiento.» (Marcos 12:30)
Cuando escuchamos la palabra mandamiento, nuestra mente inmediatamente se predispone asociándolo con algo impuesto, obligatorio, y poco atractivo. Sin embargo, los mandamientos de Dios no nacen de un carácter totalitario o dictatorial, sino que se fundamentan en su amor por nosotros.
Estos mandamientos no pretenden cohibirnos, sesgando así nuestra libertad, esa que el mundo y sus placeres promete, sino todo lo contrario, nos previenen de acercarnos demasiado a aquello que realmente nos esclaviza y nos arrebata la libertad: El pecado.
«Jesús les respondió: De cierto, de cierto os digo, que todo aquel que hace pecado, esclavo es del pecado.» (Juan 8:34)
¿Qué, pues? ¿Pecaremos, porque no estamos bajo la ley, sino bajo la gracia? En ninguna manera. ¿No sabéis que si os sometéis a alguien como esclavos para obedecerle, sois esclavos de aquel a quien obedecéis, sea del pecado para muerte, o sea de la obediencia para justicia? Pero gracias a Dios, que aunque erais esclavos del pecado, habéis obedecido de corazón a aquella forma de doctrina a la cual fuisteis entregados; y libertados del pecado, vinisteis a ser siervos de la justicia. Hablo como humano, por vuestra humana debilidad; que así como para iniquidad presentasteis vuestros miembros para servir a la inmundicia y a la iniquidad, así ahora para santificación presentad vuestros miembros para servir a la justicia. Porque cuando erais esclavos del pecado, erais libres acerca de la justicia. ¿Pero qué fruto teníais de aquellas cosas de las cuales ahora os avergonzáis? Porque el fin de ellas es muerte. Mas ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como fin, la vida eterna. Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro. (Romanos 6:15:23)
«Porque nosotros también éramos en otro tiempo insensatos, rebeldes, extraviados, esclavos de concupiscencias y deleites diversos, viviendo en malicia y envidia, aborrecibles, y aborreciéndonos unos a otros.» (Tito 3:3)
Según estos tres pasajes bíblicos, hay tres cosas que nos esclavizan y someten: el pecado, las concupiscencias y los deleites. También dejan claro una diferencia entre un tiempo atrás en el que tenían ese poder sobre nosotros, y un tiempo presente en el cual ya no se enseñorean de nosotros.
El Apóstol Pablo asegura que ahora hemos sido liberados del pecado y hechos siervos de Dios, pero nuestra servidumbre a Dios no es impuesta, sino que nace de nuestro corazón cuando entendemos que nos ha hecho libres, y nuestra respuesta es amarle con todo nuestro corazón, que es el mandamiento perfecto.
Ahora bien, ¿Qué es el pecado, y por qué dice la biblia que nos esclaviza? No os perdáis mi próximo post donde lo explicaré en profundidad, y entenderemos la importancia de alejarnos de él.
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