Él sana a los quebrantados de corazón, Y venda sus heridas.
Salmos 147:3
Todas las personas que han desarrollado relaciones afectivas de cualquier índole, ya sean parentales, fraternales, de amistad o románticas, se habrán visto expuestas sin excepción a actitudes por parte de las personas amadas como traiciones, desengaños, decepciones, o incluso maltratos y abusos. Estos episodios, por desgracia, forman parte de la naturaleza de las relaciones afectivas, y al tener consecuencias tan potencialmente destructivas, es necesario que aprendamos a lidiar con ellas y reconozcamos la forma en que Dios actúa cuando tienen lugar.
Debemos partir de la base de que cuando amamos, lo hacemos desde el corazón, por tanto, cuando la persona amada nos causa algún tipo de herida afectiva, ésta afectará nuestro corazón. Frente a esta situación, se ha extendido la creencia de que el tiempo todo lo cura, pero nada más lejos de la realidad. Cuando una persona no es sanada interiormente, el tiempo sólo hace que esa herida pase de estar latente, a esconderse en un lugar donde no ocupe nuestro pensamiento diario, pero salga a la luz cuando se activa la emoción por algo que nos recuerde dicho episodio, o produzca una conducta al arraigarse en nuestro subconsciente, afectando así nuestra forma de actuar y relacionarnos.
Un corazón herido usualmente producirá lo que tiene, en otras palabras, una persona con un corazón herido herirá a otros. Por eso, cuando una persona no es restaurada de una relación amorosa previa, y comienza una nueva, trae sus heridas del pasado a la nueva relación y termina reviviendo situaciones parecidas, y el resultado será parecido, pues como dijimos anteriormente, nos relacionamos desde el corazón, y cuando este está herido, afectará negativamente nuestras relaciones.
De modo que es importante que revisemos lo profundo de nuestro corazón, de modo que permitamos que Dios obre restaurándolo, para poder así relacionarnos correctamente con otros. Ahora bien, ¿cómo actúa Dios con los corazones heridos o quebrantados? De una forma práctica y efectiva: sanándolos.
Ciertamente hemos dicho que sólo Dios conoce el corazón del ser humano, y por experiencia puedo decir que esto es totalmente cierto. Muchas veces, tanto yo, como otras personas a quienes hemos tratado en esta área, no sabíamos que había una herida arraigada en el corazón, por un episodio del pasado, que afectaba negativamente nuestras relaciones actuales, y sólo hasta que Dios reveló esa condición, no pudimos recibir esa sanidad que sólo Él puede obrar.
¿Cómo sana Dios los corazones? El medio que más he visto que usa es a través de su incomprensible amor, pero realmente no es algo que pueda ser enseñado, simplemente experimentado. Pero lo que sí necesitamos conocer es la forma en que podemos acceder a esa sanidad.
Cercano está Jehová a los quebrantados de corazón; Y salva a los contritos de espíritu.
Salmos 34:18
Cuando sufrimos una herida en el corazón corremos el riesgo de endurecerlo para evitar sufrir de nuevo, sin embargo, Dios espera que nos acerquemos a Él humildemente, reconociendo que sólo a través de su amor y su poder podemos ser restaurados. Es cuestión de la actitud que tomamos frente a las heridas que sufrimos.
O nos enorgullecemos para evitar futuras heridas, o nos humillamos delante de Dios para permitir que sea Él quien nos restaure. Cuando adoptamos una actitud humilde y buscamos ayuda en Dios, entonces él se mueve a nuestro favor, y su promesa de restaurar o sanar a los quebrantados de corazón se activa sobre nuestras vidas.
EL CORAZÓN HERIDO SÓLO PUEDE SER SANADO POR DIOS, PERO ACCEDEMOS A ESTA SANIDAD A TRAVÉS DE UNA ACTITUD HUMILDE QUE HACE QUE SE MUEVA A NUESTRO FAVOR.
JUAN CAMILO VÉLEZ LEÓN
¿Te ha gustado este mensaje? Déjame tu comentario y compártelo con alguien más que lo necesite.