Hace algún tiempo, mientras meditaba en mis planes de futuro y el punto en el que estoy ahora mismo, me di cuenta de que para conseguir la plenitud que nos ofrece el éxito necesitamos saber distinguir entre nuestra visión y nuestro enfoque, y la importancia de cada uno de ellos.
Antes de definir visión y enfoque, es importante remarcar que sin estos dos elementos, no tendremos dirección a seguir para conseguir plenitud en nuestras vidas, pues el éxito es un resultado, y no producto de la casualidad. De modo que lo más fundamental, y el punto de partida para cada persona que quiere ser exitoso en esta vida, es tener, adquirir o recibir una visión, y a partir de ahí, aprender a enfocarse para llevarla a cabo. Ahora vamos a entender la diferencia entre ellas.
VISIÓN: Es el panorama de nuestro destino profético establecido desde la eternidad por Dios, que se nos es revelado para saber en qué dirección apuntar nuestros planes y enfocar nuestras decisiones. En otras palabras, nuestra visión es nuestro objetivo a cumplir en la vida.
ENFOQUE: Es la estrategia que debemos adoptar para llevar a cabo nuestra visión, yendo paso a paso, tomando las decisiones correctas, y evitando las distracciones que nos alejarán de cumplir nuestro objetivo. Enfocarse es concentrarse en lo importante y no desviarse del plan que nos llevará a ser exitosos en nuestro propósito.
Ahora bien, ¿Cómo ponemos en práctica ambas cosas? Voy a explicarlo de la forma más gráfica. Hay que tener clara nuestra visión, pero debemos enfocarnos en los detalles más próximos. ¿Qué quiere decir esto? Que aunque tengamos un objetivo grande que cumplir, es decir, nuestro propósito, no llegaremos hasta allí de una sola vez, sino que necesitamos pasar un proceso en el cual tendremos que superar obstáculos, aprender a decidir correctamente, etc.
Una persona que sólo tiene visión pero no enfoque, tarde o temprano terminará frustrada, pues al tener la vista puesta únicamente en su visión (futuro), descuidará los detalles del ahora, y no sabrá tomar las decisiones correctas que le llevarán a conseguir su objetivo final. Y a su vez, tener clara nuestra visión nos ayudará a lidiar con las emociones que nos genera el hecho de ver situaciones que parecen ir en contra de nuestros planes, de modo que entendamos si realmente nos perjudican o simplemente forman parte de nuestro proceso.
Haciendo una comparación con nuestra visión natural, imagínese que usted ve a lo lejos un lugar donde quiere llegar. Una vez que usted ha fijado la distancia, la dirección a seguir, etc, comienza su andadura hacia allí, pero no deja su mirada fija en la lejanía de aquel lugar, sino que se enfoca en cada uno de los pasos que debe seguir y los obstáculos que van apareciendo. Si no lo hace, puede tropezarse, caerse, o ser atropellado por un coche al cruzar la calle sin mirar.
Así que es hora de buscar nuestra visión, ese objetivo a cumplir en la vida que le dará sentido y dirección, pero una vez que la recibamos, necesitamos aprender a enfocarnos, pues de lo contrario terminaremos frustrados por saber el lugar donde Dios quiere llevarnos, pero seremos incapaces de seguir el camino que nos llevará hasta allí.