Un discípulo es, por definición, un seguidor, alguien que acepta y ayuda a difundir las doctrinas de otro. Un discípulo cristiano es, pues, una persona que acepta y ayuda a proclamar las buenas nuevas de Jesucristo.
El discipulado cristiano es el proceso por el cual los discípulos crecen en el Señor Jesucristo y son equipados por el Espíritu Santo, quien vive en sus corazones, para superar las presiones y pruebas de esta vida presente y llegar a ser cada vez más semejantes a Cristo.
El verdadero discípulo es aquel que obedece al Espíritu Santo y permite que examine sus pensamientos, palabras y acciones, poniéndolos en contraste con la Palabra de Dios.
Por eso, un discípulo de Cristo debe leer la Palabra regularmente, estudiándola, orando al respecto, y obedeciéndola. Además, un discípulo debe estar siempre dispuesto a dar testimonio de la razón de la esperanza que hay en él, como enseña 1ª de Pedro 3 15, y a discipular a otros para que sigan a Cristo. De acuerdo con las Escrituras, ser un discípulo cristiano incluye un crecimiento personal que se caracteriza por lo siguiente:
1. Poner a Jesús en primer lugar en todas las cosas (Marcos 8:34-38)
El discípulo de Cristo debe apartarse del mundo y enfocarse en Jesús, agradándole en cada área de su vida a la vez que se reviste de Él.
2. Seguir las enseñanzas de Jesús (Juan 8:31-32)
Debemos ser hijos obedientes y hacedores de la Palabra. La obediencia es la prueba suprema de la fe en Dios, como nos enseña 1ª de Samuel 28:18, y Jesús es el ejemplo perfecto de obediencia, ya que vivió una vida terrenal de completa obediencia al Padre, hasta el punto de morir, como leemos en Filipenses 2:6-8.
3. Fructificar (Juan 15:5-8)
Nuestra tarea no es producir frutos sino permanecer en Cristo, y si lo hacemos, el Espíritu Santo producirá fruto, el cual es el resultado de nuestra obediencia. A medida que nos volvemos más obedientes al Señor y aprendemos a caminar en Sus caminos, nuestras vidas serán transformadas. El cambio más grande ocurrirá en nuestros corazones, y el resultado de esto será una nueva conducta, nuevos pensamientos, nuevas palabras y nuevas acciones. El discípulo es transformado de adentro hacia afuera a través del poder del Espíritu Santo. No es algo que pueda provocar por sí mismo.
4. Amar a otros discípulos (Juan 13:34-35)
También, 1ª Juan 3:10 enseña que el amor a los demás creyentes es la prueba de que somos miembros de la familia de Dios . En 1ª Corintios 13:1-13 se define el amor y se explica con más detalle. Estos versículos nos muestran que el amor no es emoción, sino acción. Debemos hacer algo y participar en el proceso. Además, Filipenses 2:3-4 nos dice que debemos tener en mayor estima a los demás que a nosotros mismos y velar por sus intereses. Pero Filipenses 2:5 realmente resume lo que debemos hacer como discípulos:
«Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús».
5. Evangelizar y hacer discípulos (Mateo 28 del 18 al 20)
Debemos compartir nuestra fe y contarles a los no creyentes acerca de los maravillosos cambios que Jesucristo ha hecho en nuestras vidas. No importa cuál sea nuestro nivel de madurez en la vida cristiana, tenemos algo que ofrecer.
Con frecuencia, creemos la mentira de Satanás de que no sabemos lo suficiente o que no hemos sido cristianos el tiempo suficiente como para poder marcar una diferencia. Pero esto no es verdad. Algunos de los ejemplos más fervorosos de la vida cristiana son nuevos creyentes que acaban de descubrir el maravilloso amor de Dios. Puede que no conozcan muchos versículos de la Biblia o la forma correcta de decir las cosas, pero han experimentado el amor del Dios vivo, y eso es exactamente lo que debemos compartir.
En definitiva, un discípulo cristiano es aquel que pone a Jesús en primer lugar, obedece al Señor, produce buenos frutos, ama a los demás y hace más discípulos. Alguien así seguramente tendrá un impacto en este mundo caído para la gloria de Dios.