Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos, o higos de los abrojos? (Mateo 7:16)
En la biblia encontramos sabiduría divina para los aspectos decisivos y cotidianos de nuestras vidas, entre ellos, el proceso que nos lleva a conseguir los resultados que tenemos en aquello que emprendemos.
La biblia describe nuestros resultados en la vida como frutos, por lo que de hecho nos compara a las personas con árboles. Árboles con semilla, raíces y frutos, es decir, con pensamientos (semillas) que se afianzan en nuestro interior (raíces), que nos llevan a actuar y vivir como vivimos, consiguiendo por ende, los resultados (frutos) que tenemos.
No es muy sensato buscar métodos para el éxito apartados de la sabiduría que hay detrás de las escrituras, pues la palabra de Dios nos enseña principios de vida que aplican en cada área de ésta. Por ejemplo, todos estamos de acuerdo en que lo que uno siembra, eso es lo que cosechará. Pues ese es un principio de vida descrito en Gálatas 6:7.
Dicho esto, sucede lo mismo con nuestra búsqueda del éxito en la vida. Está claro que alcanzar el éxito es un anhelo intrínseco en la naturaleza humana, pero el éxito es un resultado, o lo que la biblia describe como fruto.
Para cambiar sus resultados (frutos) primero debe cambiar su semilla y raíces.
De modo que se torna mucho más importante lo que no se ve, que lo que sí, porque queda claro que lo que sí se ve es producido por aquello que no se ve, así como los frutos son producido por las semillas y raíces que no se ven.
Para terminar, permítame invitarle a meditar en las semillas que ha ido sembrando hasta ahora, y deje de enfocarse tanto en sus resultados y en cómo cambiarlos, pues la única forma de hacerlo es cambiando su semilla y raíces.
En el próximo post compartiré cuál es el proceso que nos enseña la palabra de Dios para cambiar nuestros resultados, trabajando en lo interno, lo que no se ve, lo que somos en esencia, nuestras raíces. ¡No te lo pierdas!