Porque así dijo el Alto y Sublime, el que habita la eternidad, y cuyo nombre es el Santo: Yo habito en la altura y la santidad, y con el quebrantado y humilde de espíritu, para hacer vivir el espíritu de los humildes, y para vivificar el corazón de los quebrantados.
Isaías 57:15
Una de las formas de reconocer una persona deprimida, es que está como muerta en vida. Nada le emociona, nada le anima, nada le apasiona, nada le llama la atención, nada le motiva, etc. La psicología se centra, con la mejor intención, en tratar este tipo de situación en el plano mental y emocional, pero realmente ese es el lugar donde se manifiesta esta condición, pues la raíz está en el corazón.
Cuando una persona llega a este punto, ha pasado por varias facetas que lo han ido “apagando” hasta llegar a parecer como muerto en vida, sin emociones, sin motivación, sin ánimo, etc. Esto quiere decir que su corazón está quebrantado a tal punto, que la vida espiritual no fluye en él. Es, en esencia, como si el corazón careciera de vida (en un sentido espiritual).
Por tanto, al tratarse de una afección espiritual, necesitamos al dador de la vida, el que sopla aliento de vida en el corazón del hombre y lo convierte en un ser viviente (Vea Génesis 2:7). Este proceso de “revivir” el corazón, como leemos en el verso de arriba, “vivificar” el corazón, sólo puede ser producido por aquel que tiene vida en sí mismo, y ese es sólo Dios.
Jesús dijo en una ocasión, hablando de sí mismo, que es el camino, la verdad y la vida (Vea Juan 14:6), y la Biblia enseña en Juan 3:16 que Dios nos amó de tal manera, que nos entregó a su hijo Jesús, para que recibiéramos la vida eterna. Es decir, lo que nos da vida espiritual, o, en otras palabras, lo que vivifica el corazón del ser humano, es el regalo o don que Dios nos ha dado, que no es una cosa, sino una persona: Su hijo Jesucristo. Podemos contrastar esta verdad fijándonos en una de las afirmaciones más polémicas de Jesús cuando dijo:
El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva.
Juan 7:38
El interior del ser humano es, en esencia, su corazón, que es el lugar del trono de Jesús, desde donde gobierna la vida de aquel que le acepta como Señor y Salvador. Por tanto, Dios vivifica el corazón del hombre por medio de la obra redentora de Jesús, y del soplo de aliento de vida que recibe por medio del Espíritu Santo.
LA VIDA DE DIOS SE RECIBE POR MEDIO DE SU HIJO JESUCRISTO Y EL SOPLO DE ALIENTO DE VIDA DEL ESPÍRITU SANTO.
JUAN CAMILO VÉLEZ
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