Todo tiene un origen y un propósito para el cual fue diseñado y luego creado. Así mismo, cada persona tiene su origen, diseño y propósito, pero el mero hecho de tenerlos, no garantiza que lleguemos a ser aquello para lo que fuimos diseñados. Aquí es donde adquiere vital importancia nuestro nivel de compromiso con nuestro Creador y nuestro propósito.
Si tenemos un origen y un diseño, inexorablemente tenemos un originador, diseñador y creador, quien nos dotó con dones, habilidades y capacidades a desarrollar, para cumplirlo. Este creador soberano es Dios. La Biblia lo describe de muchas maneras, las cuales son aspectos de su naturaleza eterna e infinita, pero Él mismo se presenta en el primer versículo como el CREADOR, una cualidad que sólo posee Él.
“En el principio creó Dios los cielos y la tierra.” (Génesis 1:1)
Otra faceta de la naturaleza de Dios, mediante la cual podemos conocerle mejor, es la de Dios como FUENTE de todas las cosas. Una fuente que no se agota y de la cual toma vida todo lo creado.
“Porque en él [Jesús] fueron creadas todas las cosas, las que hay
en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean
tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo
fue creado por medio de él y para él.” (Colosenses 1:16)
Ahora que ya sabemos que fuimos diseñados y creados por un Dios que es fuente y principio de todas las cosas, estamos listos para comprender cuál es, según el Creador y Fuente de vida, nuestro propósito, y por qué es importante que tomemos la decisión de ser comprometidos tanto con el creador, como con nuestro propósito, para poder alcanzarlo.
Quisiera terminar este post dejando en claro que, cuando no se conoce el propósito de algo, lo vamos a pervertir o mal usar. Es por esto que la sociedad ha experimentado un continuo declive de valores morales y conducta, dando paso a un espíritu de error y confusión generalizado.
¡Ay de los que a lo malo dicen bueno, y a lo bueno malo; que
hacen de la luz tinieblas, y de las tinieblas luz; que ponen lo
amargo por dulce, y lo dulce por amargo! (Isaías 5:20)
Hay instituciones como el matrimonio, la familia, el gobierno o el ministerio, que requieren un altísimo nivel de compromiso para llevarlos a cabo con éxito; pero como establecimos anteriormente, la falta de conocimiento sobre el propósito de algo, en este caso de dichas instituciones, y el compromiso que éstas demandan para ser llevadas a cabo con éxito, han hecho que las pervirtamos y mal usemos, y en última instancia, que las estemos destruyendo.
“Mi pueblo fue destruido, porque le faltó conocimiento…”
(Oseas 4:6)
Mi intención más sincera es que sepamos volver al principio, al mandato original, a la esencia de nuestra naturaleza y la de estas instituciones, para ser personas de éxito, con conocimiento sobre nuestro origen, diseño, propósito y potencial en la tierra. Espero que lo que usted lea en este blog a partir de ahora sea de edificación, crecimiento y bendición, y que le ayude para ser una persona más comprometida.